domingo, septiembre 17, 2006

DESASOSIEGO


Ansiedad, desazón o intranquilidad física o moral

ANSIEDAD: Estado del que ansía. Preocupación e impaciencia por algo que ha de ocurrir. Angustia.

ANSIAR: Desear alguien una cosa tan importante para su bienestar o felicidad, que su no posesión le cause sufrimiento.

ANSIA: Malestar físico muy intenso que no consiste en nigún dolor determinado y se manifiesta principalmente por respiración anhelante. Padecimiento espiritual con impaciencia o temor.Afán, anhelo.

DESAZÓN: Falta de sabor en las comidas. Falta de humedad en los campos. Estado del que tiene alguna perturbación física o moral no graves, pero que le impiden estar tranquilo o tener alegría. Molestia causada por un picor.

ANGUSTIA: Intranquilidad con padecimiento intenso. Malestar causado por la sensación de no poder desenvolverse. Malestar físico intenso no causado por dolor determinado, que produce respiración fatigosa y sensación de no poder vivir.

AFÁN: Actitud de alguien que se entrega a una actividad con todas sus energías e interés.

ANHELO: Respiración fatigosa. Deseo vehemente de algo, particularmente inmaterial.

VEHEMENTE: Se aplica a lo que se mueve u obra con ímpetu o con mucha eficacia. Se aplica a la persona que obra irreflexivamente, así como a sus sentimientos o impulsos. Se aplica a la persona que pone pasión y entusiasmo en lo que hace o dice, así como a sus palabras, actos, deseos, sentimientos, ...
(preciosa definición, sobretodo si de fondo suena Shubert...)

DESEO: Acción de desear. Cosa deseada. Apetito sexual.

DESEAR: Tender con el pensamiento al logro de la posesión o realización de algo que proporcionaría alegría o pondría fin a un padecimiento o malestar.

Son suficientes estas definiciones para entender nuestro desasosiego? Nuestra angustia? Y el deseo? No. Pero ayudan. Reto a todo aquel que lea esto a que escriba una pequeña historia utilizando todas las palabras definidas.

1 comentario:

biedronka dijo...

LA ANGUSTIA DE ANGUSTIAS O EL DESAZÓN DE LA PAELLA.

Angustias aún no habia echado el arroz en el agua cuando sonó el timbre. Le habia puesto mucho afán a esa paella, mucho antes de empezar a prepararla. El invitado excepcional de aquel mediodia era Aparicio, el jefe de obra de la sala multicines que se estaba construyendo a escasos metros de su desvencijada vivienda de sofa con tapete de ganchillo y su santa cena tallada en madera que presidia el comedor. Pero todo su anhelo se convirtió en una súbita ansiedad al oír el timbre. ¿Habia calculado mal la hora o la habia entendido mal? El ansia más brutal se apoderó de su pecho, estaba en enaguas y solo la cubría el delantal de motivos orientales desteñido. El arroz justo empezaba a reblandecerse, y no se habia puesto aún la peluca. -Ansiar es malo...-se dijo para sí, mientras sonaba el timbre de nuevo,vehemente esta vez. Ella quedó paralizada, pensando nerviosamente en ese dedo que habia vuelto a pulsar el timbre, con esa fuerza brutal capaz de estropearlo sin intención alguna. Esos dedos rellenos de venas densas como tubérculos, como raíces de cáñamo, quería que esos dedos estrujaran su timbre también, que aplastaran su botón palpitante...
-Angustias,coño!
-Voy...voy...-dijo con apenas un hilillo de voz ahogada por ese corrosivo deseo.
Arrancó con ímpetu las cortinas y se envolvió con ellas a modo de túnica, olcutándose por completo, excepto su rostro. Abrió.
Aparicio la observó, absorto. Los flecos de las cortinas le caían por la frente y por la altura de las orejas, como si de una burka oriental se tratara. Manolo empezó a desear despojarla de su atuendo como si desplumara una gallina.
Angustias le sirvió vino para apaciguarlo hasta que el arroz estuviera a su punto.
Aparicio iba mirándola por detrás, como el delantal de motivos orientales chinos le resbalaba por debajo de las cortinas y asomaba como un conjunto de ropa íntima propia de una geisha...El vino empezó a abrirle la boca. Jadeaba huno y alcohol a bocanadas, como un dragón, mientras Angustias mojaba el delantal lentamente.
-Llegó la hora de la verdad. Aparicio probó la paella, la degustó en su boca lentamente, separando con la lengua los granos de arroz de entre los dientes, mientras Angustias se moria de angustia esperando un signo de aprobación, que iria acompañada de un revolcón de sobremesa entre las cortinas de casa.
Aparicio alzó su enorme y sebosa cabeza y la miró con desazón...
-Está sosa!
Se levantó y rompió la puerta de un solo golpe.
Angustias sollozó un instante como en un amago epiléptico, y acto seguido se zampó la paella, con gran desasosiego.